El ministerio quíntuple es como una caja de herramientas. Al momento de construir un mueble son varias las herramientas que se requieren para la total elaboración de éste. Así mismo sucede con el liderazgo de la Iglesia, se complementa con la unidad. La unidad en el trabajo eclesiástico es la clave para el establecimiento del Reino de los Cielos en la tierra. Estamos en la responsabilidad de traer a Cristo a los corazones. Estamos en la responsabilidad de crear conexiones entre el cielo y la tierra. En Efesios 4: 3-6 expresa la palabra de Dios que debemos estar “…solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”.
Debemos recordar que somos el cuerpo de Cristo, y que como Su cuerpo debemos mantener la unidad. Es el deseo de Jesús que seamos uno sólo en Él. Muchos ministros, por el hecho de haber sido comisionados y ungidos, se lanzan al ministerio por sí solos. Es imposible ser eficaces en el ministerio sin la complementación del resto del cuerpo. Es como si un dedo pretendiera mantenerse vivo estando separado de la mano. “Ya no estoy en el mundo; pero estos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.” (Juan 17: 11).
En este artículo pretendo hacer hincapié en la labor de dos ministerios que aparentemente no tienen mucho en común, pero que en los últimos días me he dado cuenta que uno complementa al otro. Aunque cada uno tiene su misión específica, el fin último de todos los ministerios es traer las vidas a Cristo. En ésta ocasión observaremos, panorámicamente, como se complementan el ministerio del evangelista y el ministerio del profeta.
El ministerio del profeta es el más antiguo y el menos comprendido. Cuando hablamos de profeta a la gente le llega a la mente las palabras “futuro, porvenir, bienestar…”. Muchos piensan que la única función del profeta es la de predecir, aunque esta función está muy marcada en su vida. Ahora bien, las dos principales funciones del profeta son: anunciar y denunciar.
1. Dos significados de anunciar son:
a. Pronosticar, decir que va a suceder en el futuro.
b. Dar noticia o aviso de alguna cosa.
Denunciar significa: “Declarar públicamente el estado ilegal o injusto de algo”.
Tomando estas definiciones de las dos principales funciones del profeta, y extrapolándolas al ministerio de Juan el Bautista, vislumbramos con cuanta excelencia cumplió con estas dos funciones. Juan el bautista se encargó de denunciar las obras infructuosas de su tiempo. Su denuncia consistía en un llamado al arrepentimiento. El estuvo presente para hacer “…volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres…”. (Malaquías 4: 6). Su tarea de anunciar consistió en traer la buena noticia de la venida del Mesías. Se puede ver, en los Evangelios, declarando la venida del Cordero de Dios. El no predicó el Evangelio del Reino, pero si sentó las bases para que el Mesías hiciera aparición y manifestara el Reino de los Cielos. “Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, haced derecha sus sendas.”(Marcos 1: 3).
El Evangelista es un ministerio de masas que está dotado de una unción sobrenatural para provocar multitud de nuevos nacimientos en el Espíritu. Está cualificado para romper con ataduras ancestrales, operar en sanidades diversas y predicar el Evangelio del Reino con eficacia. Esto fue lo que hizo Jesús en Su dimensión evangelística; predicar el Evangelio del Reino. Jesús predicó este Evangelio justo después que Juan el Bautista hubo anunciado Su venida y preparado el corazón de las personas.
La función del Profeta es hacer declaraciones proféticas sobre el territorio que se va a evangelizar. Anunciar la venida del Mesías sobre dicho territorio. Su misión primordial en todo esto es la de preparar los corazones, los espíritus y las mentes de los oyentes con palabras y declaraciones proféticas. La palabra que desata un profeta llama al arrepentimiento, a la conversión, a la restauración, a la santidad. La palabra profética es creativa; produce, en lo espiritual, los nuevos nacimientos. Luego de que el Profeta haya desatado en lo espiritual, la función del Evangelista es hacer que se manifieste en lo material. Es por esto que a la hora de evangelizar un territorio nos encontramos con términos como: guerra espiritual profética, guerra territorial, entre otros. Cuando estos dos ministerios se ponen de acuerdo el reino de las tinieblas cae por tierra. La palabra profética es la base del evangelismo eficaz. Aleluya.
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